domingo, 23 de agosto de 2009

Ganas de vivir

En una amplia sala blanca, ausente de cualquier detalle, y justo en el centro, un cálido y cómodo sofá rojo de grandes orejas me arropa. Frente a mí una pared sin fin me ofrece todo un mosaico de puertas abiertas, todas para mí. ¿Cuál escoger? Las tengo todas a mi alcance. Unas más arriba, pero tengo escaleras; otras más para allí o para allá, pero mis piernas son fuertes; ¿y estas de aquí?, son las más tentadoras. Son todas mías y yo elijo. Puedo entrar, puedo salir, quedarme para siempre o sólo un rato, volver a mi reposo y escoger otra puerta.

Pero ¿cómo he llegado hasta aquí? Me arrodillo en el sofá dándome la vuelta y con mis brazos cruzados sobre el respaldo y apoyando mi cara sobre ellos observo la pared que tenía a mis espaldas.

Es otra pared sin fin plagada de imágenes y retales de todas las personas que han pasado por mi vida hasta de mí misma, trozos de mis experiencias, todos y cada uno de los momentos vividos; sin distinciones de buenos o malos, trascendentales o insignificantes: todos.

Veo mi nacimiento y el de mis hermanas, veo a mis padres juntos, mi familia, veo esos perros que nos perseguían en el parque, veo el colegio y las excursiones, a mis padres separados, los primeros amores y desamores, la metedura de pata en el trabajo, mis sueños y pesadillas de niña, adolescente y mujer, las canciones, el verano, el invierno, los libros, los cumpleaños, las metas conseguidas y las metas soñadas, los compañeros, los amigos, los enemigos, los enfados, las fiestas, los agobios, la paz, las preocupaciones, las responsabilidades, la ignorancia, los errores, los aciertos, lo aprendido, lo escogido y lo rechazado, las personas, los orgullos, las decepciones, la tranquilidad, las alegrías, EL AMOR, MI HIJA, creer en mí, el valor, la cobardía, tomar decisiones, escoger, la sinceridad y el engaño, el esfuerzo y la pereza, los resultados, los miedos superados y los no superados, la desidia y el ánimo, la muerte y la VIDA, mi vida, esa gran escuela.

Observo muy detenidamente, en mi garganta se enreda un nudo y los ojos se me inundan de lágrimas. Son cosas buenas, cosas normales, cosas especiales y cosas malas, pero son mis cosas. Vuelvo a sentarme cómodamente en este confortable sofá y miro al frente. Me doy realmente cuenta de que todo lo que hay a mis espaldas es una suma de lo que hoy soy y es lo que me permite escoger. No recuerdo si alguna vez me planteé llegar a esta situación, lo cierto es que me encuentro cómoda y segura. No tengo miedo a equivocarme, sé que soy muy capaz de asumir consecuencias y responsabilidades. También sé que hay quién me espera, me necesita y que no estoy sola.
Ganas de vivir, mucho que ofrecer y mucho que recibir. Gracias a todos por todo

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