JESUSITO DE MI VIDA...

Jesusito de mi vida,

tu eres niño como yo,

por eso te quiero tanto,

y te doy mi corazón.

Tómalo, tómalo,

tuyo es,

mío no.

En el nombre del padre,

del hijo, del espíritu Santo.

Amén.

Cuántas veces no habré repetido esta oración a lo largo de mi vida antes de quedarme dormida.

Me han criado en una cultura cristiana, pero para nada soy creyente y aún menos practicante. Si me lo permitís os diré que yo creo en que somos energía y creo en la honestidad, en la moralidad y en la humanidad de las personas, vamos, en el día a día.

Fue mi tía la que se ha encargado siempre de que todos y cada uno de sus sobrinos se aprendieran bien las oraciones para rezar antes de ir a dormir. Supongo que a su manera era una forma de demostrarnos el cariño que nos tenía y de protegernos.

Para mí esta oración no tiene el significado religioso para el que los creyentes la rezan, para mí es un escudo protector. Me explico: desde que tengo uso de razón siempre he tenido muchos, muchísimos miedos, sobretodo a la hora de irme a dormir, y recitar esta oración todas las veces que me hicieran falta era lo único que me tranquilizaba ya que sentía que era un amuleto que me protegía de todos esos miedos y que se los llevaba. Cosas de niña, digo yo..., aunque he de confesar que de no tan niña también he echado mano de este recurso alguna que otra vez.

A día de hoy he superado la inmensa mayoría de todos esos miedos, sobretodo cuando me independicé y ya no me quedó tiempo de pensar ni en miedos ni nada. Pero hace un par de noches me entró un pánico inexplicable, como los de niña, y volví a acudir a mi remedio, y me volvió a funcionar, aunque me bastó con una sola vez.